jueves, 10 de mayo de 2018



Tres pelos del diablo o la gallina de los huevos de oro

Isabel Cristina Reyes Ramos 
(Iscrera). Rectora Institución Educativa Técnica de Comercio "Simón Rodríguez", de Cali. Especialista en Computación para la Docencia, Licenciada en Ciencias de la Educación. 
Especial para el Periódico Huellas y para Periodismo On Line. 



Ese dilema se me presentó desde mis tiempos de niñez. Cuando bebés, muchos niños de las actuales y anteriores generaciones crecieron y se fueron a dormir dia a día con los cuentos infantiles leídos por papá, mamá, abuelos, tíos o hermanos mayores.
Era realmente un ensueño dormirse escuchando historias fantásticas de las Mil y Una noches,  Blanca Nieves y los Siete Enanitos, Caperucita Roja, la Bella Durmiente del Bosque, hasta los cuentos de los hermanos Grimm, Colombia mi abuelo y yo. En juventud y adolescencia, leímos Crónica de una muerte anunciada, el Coronel no tiene quien le escriba, algunos fragmentos de La Ilíada y La Odisea, y bueno todo un abanico de interesantes historias.
Este año se conmemora el primer centenario de la publicación de “Cuentos de la selva” del escritor uruguayo Horacio Quiroga, con historias que hacen volar la imaginación como El loro pelado, El paso del Yabebirí, Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre, La abeja haragana, La gama ciega, La guerra de los yacarés, La tortuga gigante, Las medias de los flamencos y bueno entre estos cuentos suceden hechos fascinantes para la imaginación como el acecho de un tigre, o el aire que se vuelve amenazante como una tormenta.
Estos cuentos nos ayudan a recordar el pasado. En mi caso, me acuerdo de mi padre, de profesión ingeniero químico, muy ocupado en sus compromisos profesionales y laborales, en su experimentación y obsesión por el desarrollo de la industria azucarera, que tanto representa para la economía colombiana y su posicionamiento como un producto líder en mercados mundiales.
Mi papá, en medio de sus labores diarias, me compraba libros, muchos cuentos, historias de grandes colecciones editoriales. Leí los Cuentos de los Hermanos Grim. Me fascinó la historia de los Tres Pelos del diablo, en el cual una mujer muy pobre dio a luz un niño. Luego Como el pequeño vino al mundo envuelto en la tela de la suerte, y al cumplir catorce años se casó con la hija del Rey. Ocurrió que unos días después el Rey pasó por el pueblo, sin darse a conocer, y al preguntar qué novedades había, le respondieron: - Uno de estos días ha nacido un niño con una tela de la suerte. A quien esto sucede, la fortuna lo protege. También le han pronosticado que a los catorce años se casará con la hija del Rey. El Rey se irritó al oír aquella profecía, y, yendo a encontrar a los padres, les dijo con tono muy amable: sois muy pobres; dejadme, pues, a vuestro hijo, que yo lo cuidaré.
El Rey lo metió en una cajita y prosiguió con él su camino, hasta que llegó al borde de un profundo río. Arrojó al agua la caja, y pensó: "Así he librado a mi hija de un pretendiente bien inesperado." Pero la caja, en lugar de irse al fondo, se puso a flotar como un barquito, sin que entrara en ella ni una gota de agua. Y así continuó, corriente abajo, hasta cosa de dos millas de la capital del reino, donde quedó detenida en la presa de un molino. Uno de los mozos, que por fortuna se encontraba presente y la vio, sacó la caja con un gancho, creyendo encontrar en ella algún tesoro. Al abrirla ofrecióse a su vista un hermoso chiquillo, alegre y vivaracho. Lo llevó al molinero. Su mujer, al ver al niño y que no tenían hijos, exclamó; ¡Es Dios que nos lo envía!.
No quiero hablar de los detalles de este cuento, pero si de su final, en el cual, el avaro rey quiso atajar los designios de que el niño ya joven se casara con su hija, y al llegar al río hizo seña al barquero de que lo transportara, y  ¡Claro que sí! Nadie ha ido a quitarle la pértiga de la mano, sigue pasando a personas en el rio como castigo a su interés de impedir lo que estaba predestinado para el futuro de la princesa, quien terminó casada con aquel niño, hecho ya hombre.
Volviendo al caso de mi papá, éste y otros cuentos me los hizo leer, me pagaba 25 centavos o un peso por cada libro leído, y con ese dinero fui llenando una alcancía en forma de gallinita, y apareció así una gallinita de huevos de oro que todos los días me proporcionaba dinero para mis descansos. Pero después de esta historia, me parece importante que ustedes lean estos cuentos, el de los tres pelos del diablo y la gallina de los huevos de oro y muchos más, eso es otro cantar.
Bienvenido pues, el despertar por el hábito de la lectura que hace volar la imaginación.


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