RECORDAMOS 30 AÑOS DE LA TRISTE PARTIDA DE LA PERIODISTA DIANA TURBAY QUINTERO
DESDE EL FONDO DEL MAR
Fragmento del Libro escrito por María Carolina Hoyos Turbay, en memoria de su recordada madre, cuya memoria honramos.
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Fragmento
Me encontraba almorzando en un restaurante cuando escuché la noticia en la televisión. Aunque la información era confusa, los medios decían que habían rescatado a Diana Turbay y que estaba herida.
Salí corriendo para el aeropuerto y tomé el primer vuelo a Medellín. Aún hoy, tantos años después, tengo recuerdos pavorosos de esa carretera de Las Palmas, a donde bajaba en un taxi acompañada de Piedad Holguín Sardi, la esposa de mi papá. El conductor, como muchos en Colombia, escuchaba las noticias de la liberación de mi mamá. Pedían sangre con urgencia, decían que estaba grave, y yo temía lo peor.
Acababa de cumplir 18 años, y desde que secuestraron a mi mamá tenía mi vida en pausa. Todo lo posponía: las celebraciones, las decisiones, el estudio, esperando que ella volviera. Cuando entré al hospital y supe que había muerto, mi vida, como la conocía, dejó de existir.
Pensé que no iba a ser posible superar un dolor tan grande, pero es ahí, en esos momentos de enorme pérdida, donde comprendemos quiénes somos.
Creo que a lo largo de mi vida, como cualquier otra persona, he sufrido y he reído. He perdido seres queridos y he visto nacer a otros. Y siempre, en todas las situaciones, trato de aprender. Así duela infinitamente, así me equivoque en el proceso —porque no todas las decisiones que he tomado han sido acertadas—, así a veces me sienta sola en el camino. No tengo mi vida resuelta, pero lo que sí resolví fue no quedarme detenida en el dolor o en la pena, sino sacar una enseñanza de cada cosa que ocurre en la vida y seguir adelante. Cuando comencé a bucear, aprendí que, en todo, el buceo es como la vida. Para empezar, es el único deporte que no se puede practicar de manera individual. Uno pensaría que el fútbol tampoco, pero en el fútbol se ven individualidades, mientras que en el buceo no. Bajo el agua es cuando en realidad se aprende a jugar en equipo para sobrevivir. A ayudarse, a acompañarse. Como la vida. Si uno no tiene con quién celebrar sus triunfos, ¿valen la pena? Si uno no tiene con quién llorar sus tristezas, ¿es capaz de superarlas? El apoyo, la ayuda, el amor, son la base de todo. Crear equipo, evitar el individualismo, trabajar por un bien común.
Y además el buceo te da pequeñas lecciones cotidianas para resolver los problemas. Parece increíble, pero si uno identifica diferentes señales del buceo, y aprende su significado, puede aplicarlas a la vida, y eso es lo que yo hago, y hasta ahora han tenido una eficiencia sorprendente.
Una de las primeras lecciones que aprendí en el buceo fue la de respirar. Afuera, en la superficie, no somos conscientes del acto cotidiano de respirar. Lo damos por sentado, nos parece algo normal. Pero abajo no solo se escucha la respiración, sino que un buzo debe saber cuándo soltar aire para volver a aspirar. Dejar ir una cosa para agarrar otra nueva. Así es la vida, como el buceo. Hay que aprender a soltar, hay que empezar a dar y ser.
María Carolina Hoyos Turbay, Comunicadora Social, Periodista. Presidenta Fundación Solidaridad por Colombia.
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