lunes, 5 de octubre de 2020

MYRIAM ORTIZ DE GAMBA, ENFERMERA EJEMPLAR Y MADRE CARIÑOSA, (1947- 2005)

¡Qué llama tierna y bondadosa se apagó hace 15 años!.

¡ Qué generoso y gran corazón dejó de latir , atendiendo el llamado del Padre Celestial!



EN MEMORIA DE

 

MYRIAM ORTIZ DE GAMBA, ENFERMERA EJEMPLAR Y MADRE CARIÑOSA, QUIEN PARTIÓ HACE 15 AÑOS A LA MORADA DEL ALTÍSIMO

 

1947 - 2005


Hoy Dilma Londoño, Oveida, Rosmira, Tomas Martínez y otros antiguos servidores del Hospital Diógenes Troncoso, de Puerto Salgar, Cundinamarca, recordaron con cariño y respeto a la enfermera ejemplar, a la persona más querida, respetada y recordada entre los servidores de esta institución hospitalaria, y entre pacientes de la misma, procedentes de los municipios de Honda, La Dorada, Puerto Salgar, Guaduas y demás poblaciones vecinas de los departamentos de Caldas, Tolima y Cundinamarca. 





Hoy además de su esposo, Ancízar Gamba Pizarro, quien aún le sobrevive, sus hijos Luis Ancízar, Aldemar y Rubén Gamba Ortiz, la recuerdan y llevan lindos sentimientos de gratitud y sublime amor en sus corazones para recordarla, para lo cual nos prepararon el siguiente relato.












Hablar de la vida de Ana Miryam Ortiz Valderrama es hablar de sacrificio, amor y servicio; sobre todo amor, amor a los suyos y a su trabajo, motivos más que suficientes para definir a una mujer que marcó a muchos. Según su cédula de ciudadanía nació el 18 de agosto de 1949 en La Dorada, Caldas. Su infancia, infancia difícil, puesto que a sus cortos 7 años de edad tuvo que pasar por la muerte de su madre, mi abuela Sixta Tulia, no supe mucho de ella, falleció “de alguna extraña enfermedad” (mi mamá suponía que era un cáncer pero no tuvo diagnóstico en esa época) y mi mamá a esa corta edad tuvo que hacerse responsable de sus hermanitos y no abandonar la escuela, mientras su papá Daniel Ortiz trabajaba diariamente como todos los buenos y responsables padres de la época. 





Mi abuelo Daniel contrajo matrimonio nuevamente con quien es ahora mi abuela Cándida Rosa Triana y ella acogió a mi mamá con sus hermanitos y los terminó de criar como si fueran propios. Tras la partida de mi abuela, mi mamá y sus dos hermanos maternos, Nelson y Gilberto, fueron acogidos en el hogar de mi abuelo Daniel Ortiz y su esposa Cándida Rosa. 



Mi mamá estudió hasta séptimo grado y con ese mínimo de educación se podía acceder a los estudios de Auxiliar de enfermería y eso hizo, viajó a Bogotá para convertirse en enfermera, estando ya ennoviada con mi papá (Luis Ancizar Gamba Pizarro); con su diploma en la mano volvió a La Dorada para buscar empleo como enfermera en el hospital San Félix (de La Dorada), en el Hospital Diógenes Troncoso (de Puerto Salgar, Cundinamarca) y en el Hospital de la Base Aérea German Olano de Puerto Salgar; siendo el Diógenes Troncoso el primero en llamarla para ofrecerle un empleo y ella aceptó y desde entonces dedicó su vida y su lealtad al hospital en donde nacerían sus tres hijos y en el cual permaneció hasta cumplir con la edad de pensión (55 años) pensión que no alcanzó a recibir en vida porque falleció en el periodo de trámite. El hospital de la base aérea la llamó para ofrecerle empleo una semana después de que la llamara el Diógenes Troncoso; si ella hubiera ingresado al hospital de la base aérea en lugar del Diógenes, sus hijos muy probablemente hubieran estudiado en el colegio de la base y no serían los mismos que son ahora. 


Casarse con mi papá fue algo gracioso (ahora que han pasado varios años y ya la situación es una anécdota, porque en su momento no fue gracioso); mi papá era muy amigo del papá de mi mamá, eran vecinos y jugaban mucho al parqués, y cuando mi abuelo se enteró que su hija se había ennoviado con mi papá, se enojó y no volvió a jugar parqués con él y se distanció notablemente, pero entre Miryam y Ancizar el amor juvenil seguía creciendo hasta que terminó en propuesta de matrimonio y aunque el suegro dijo que no, ella dijo que sí. A partir de ahí se les empezó a poner la cosa de castaño a oscuro: cuando salían a cine o a tomar fresco en las heladerías, los hermanos de mi mamá la vigilaban desde lejos (supuestamente a escondidas pero los enamorados siempre los veían), uno de sus hermanos amenazó a mi papá con matarlo el día de la boda, (por eso tanto mi papá como mi mamá se casaron cagados del susto pensando que algo podría ocurrir, pero no fue así). 







Mi mamá se voló de su casa para poder casarse. Su hermanita menor (Yolanda, la que después le ayudaría a cuidar a sus hijos y sería como la segunda madre de Rubén Darío, el menor de los 3) se escabulló de la casa justo a la hora del matrimonio para ir hasta la iglesia a ver por lo menos desde lejos a su hermana casándose, para verle el vestido, la ceremonia, la gente… participar un poquito desde lejos y a las escondidas para que no la vieran y después regresó a la casa, en donde su papá la estaba esperando para darle una tunda!!! de padre y señor nuestro, por desobedecer las órdenes del papá.




Desde ese día mi abuelo (Daniel) nunca más le volvió a hablar a mi mamá, ni permitía que nadie de la casa lo hiciera. Al año de casados nací yo, Luis Ancizar, y no fue sino hasta el nacimiento del segundo hijo, José Aldemar, dos años después de mi nacimiento que mi abuelo volvió a saludar a mi mamá en una ocasión que ella muy bien recordaba: cuando ella salió del hospital después de haber dado a luz a Aldemar, iba en un taxi que pasó frente a la casa de mi abuelo y él se encontraba barriendo afuera el frente de la casa y ella le pidió al taxista que parara y se dirigió a él para decirle “mire papá, éste es mi segundo hijo, se lo presento” y él le sonrió y la felicitó y le dijo la frase de cajón “está muy bonito” (porque Aldemar era bien feo cuando chiquito, ahora no tanto, jajaja) y desde ahí poco a poco la relación entre ellos mejoró un poco, aunque tristemente, dos años después de que don Daniel Ortiz conociera a su nieto Aldemar en ese taxi, moriría de insuficiencia pulmonar, dejando a su familia sin soporte económico y Miryam Ortiz pasaría a hacerse cargo de su madrastra y los 5 menores mientras se solucionaba lo de la pensión de la ESSO que heredaría su esposa Cándida años más tarde. La familia se volvió a unir, fuertemente se estrecharon los lazos y nunca más se rompieron; esos menores (sus hermanos) crecieron admirándola y queriéndola mucho, sintiendo como una especie de deuda por el apoyo basado en el amor fraternal a pesar de que ya no vivían bajo el mismo techo, y esos hermanos tuvieron después la oportunidad de retribuirle su apoyo, ayudándole con sus hijos y acompañándola a atravesar su primer cáncer de seno en 1995 y posteriormente su metástasis múltiple y etapa terminal en el año 2005.

Siempre trabajó mucho, en diferentes turnos de día y de noche; viajaba en la ambulancia trasladando pacientes, duraba horas sentada en la ambulancia con el conductor mientras esperaban afuera de la plaza de toros improvisada en las ferias y fiestas de Puerto Salgar por si ocurría alguna emergencia y se necesitaba una ambulancia y asistencia médica urgente, (sin reconocimientos adicionales por esos sacrificios), poco salario, pagos atrasados y todos los mismos suplicios que siempre han existido con la salud en las gobernaciones Colombianas.  

 

Se sentía afortunada por contar con el apoyo de su suegra, su cuñada, su hermana, su madrastra y sus hermanos para ayudarle a cuidar a sus hijos; y al mismo tiempo alguna vez le confesó a Aldemar que se lamentaba de no haber pasado más tiempo con sus hijos, que por ejemplo nunca se dio cuenta cuándo Aldemar y yo nos aprendimos las tablas de multiplicar y entonces trató de estar más presente en la educación de Rubén, el cuba de los Gamba, aprovechando que circunstancialmente su madrastra y su hermana se habían mudado para Bogotá y ya sus hijos tenían menos ojos que los cuidaran; su hijo menor fue entonces más afortunado en eso de recibir su atención y disciplina durante la época escolar. 

 

 

Siempre se sentía orgullosa de sus hijos por saber que eran muchachos sanos y juiciosos; era inevitable que nos comparara con los hijos de sus compañeras del hospital, los cuales todos tenían historias terribles de rebeldía y conducta, y siempre decía “gracias a Dios mis hijos no son así”, jajaja. 

 

El día del año que más la extraña Aldemar es en su cumpleaños, porque mi mamá le preparaba el arroz con pollo más rico del mundo (su plato favorito) para complacerlo en su día, con el consomé de pollo más rico del mundo que se hacía con lo que quedaba de la preparación del arroz con pollo. Ahora ningún arroz con pollo le parece tan rico, y tampoco le gusta mucho el día de su cumpleaños. “Sería lindo que mi celular sonara para recibir esa llamada de ella, pero nunca pasará, y aún 15 años después del 5 de octubre de 2005 aquí sigo soltando lágrimas”; me cuenta sollozando cuando me escribe lo que recuerda y ya no es.  

 

Yo, como su primogénito, la molestaba pidiéndole todos los días un ponqué ramo cuando regresaba de trabajar del hospital; mientras mi hermano Aldemar le pedía gudiz, chitos o boliqueso.  

 

En casa, cuando descansaba de su jornada laboral de enfermera, se dedicaba a leer, a leer de todo. Nos infundió, disimuladamente, ese hobbie de la lectura y a respetar a la gente, a los mayores y a las mujeres. A tener buenos modales tanto en la mesa, en la casa, en la calle y cuando visitábamos a nuestros familiares. Era estricta y consentidora dependiendo de nuestros comportamientos y salíamos y paseábamos dentro y/o fuera del municipio cuando la situación lo ameritaba.  

 

Cada uno de nosotros tres la extraña y la recuerda a su manera, unos más que otros y dejó huella en muchas personas. Yo cada vez que la llamaba desde Bogotá ella siempre me preguntaba ¿sí me ha pensado? y yo le contestaba, claro mamá y me preguntaba, ¿sí le hago falta, así sea para pelear? Y yo con risa suelta le decía, pues claro, sabiendo que, modestia aparte, no le saqué canas ni mal genios.  

 

Desde ese 5 de octubre de 2005 siempre la pienso y sé que ella también. 

 

 

 

José Aldemar, Rubén Darío y Luis Ancizar

septiembre 27 de 2020

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