¡Qué llama tierna y bondadosa se apagó hace 15 años!.
¡ Qué generoso y gran corazón dejó de latir , atendiendo el llamado del Padre Celestial!
EN
MEMORIA DE
MYRIAM
ORTIZ DE GAMBA, ENFERMERA EJEMPLAR Y MADRE CARIÑOSA, QUIEN PARTIÓ HACE 15 AÑOS
A LA MORADA DEL ALTÍSIMO
1947
- 2005
Hoy Dilma Londoño, Oveida, Rosmira, Tomas Martínez y otros antiguos servidores del Hospital Diógenes Troncoso, de Puerto Salgar, Cundinamarca, recordaron con cariño y respeto a la enfermera ejemplar, a la persona más querida, respetada y recordada entre los servidores de esta institución hospitalaria, y entre pacientes de la misma, procedentes de los municipios de Honda, La Dorada, Puerto Salgar, Guaduas y demás poblaciones vecinas de los departamentos de Caldas, Tolima y Cundinamarca.
Desde
ese día mi abuelo (Daniel) nunca más le volvió a hablar a mi mamá, ni permitía
que nadie de la casa lo hiciera. Al año de casados nací yo, Luis Ancizar, y no
fue sino hasta el nacimiento del segundo hijo, José Aldemar, dos años después
de mi nacimiento que mi abuelo volvió a saludar a mi mamá en una ocasión que
ella muy bien recordaba: cuando ella salió del hospital después de haber dado a
luz a Aldemar, iba en un taxi que pasó frente a la casa de mi abuelo y él se
encontraba barriendo afuera el frente de la casa y ella le pidió al taxista que
parara y se dirigió a él para decirle “mire papá, éste es mi segundo hijo, se
lo presento” y él le sonrió y la felicitó y le dijo la frase de cajón “está muy
bonito” (porque Aldemar era bien feo cuando chiquito, ahora no tanto, jajaja) y
desde ahí poco a poco la relación entre ellos mejoró un poco, aunque
tristemente, dos años después de que don Daniel Ortiz conociera a su nieto
Aldemar en ese taxi, moriría de insuficiencia pulmonar, dejando a su familia
sin soporte económico y Miryam Ortiz pasaría a hacerse cargo de su madrastra y
los 5 menores mientras se solucionaba lo de la pensión de la ESSO que heredaría
su esposa Cándida años más tarde. La familia se volvió a unir, fuertemente se
estrecharon los lazos y nunca más se rompieron; esos menores (sus hermanos)
crecieron admirándola y queriéndola mucho, sintiendo como una especie de deuda
por el apoyo basado en el amor fraternal a pesar de que ya no vivían bajo el
mismo techo, y esos hermanos tuvieron después la oportunidad de retribuirle su
apoyo, ayudándole con sus hijos y acompañándola a atravesar su primer cáncer de
seno en 1995 y posteriormente su metástasis múltiple y etapa terminal en el año
2005.
Siempre
trabajó mucho, en diferentes turnos de día y de noche; viajaba en la ambulancia
trasladando pacientes, duraba horas sentada en la ambulancia con el conductor
mientras esperaban afuera de la plaza de toros improvisada en las ferias y
fiestas de Puerto Salgar por si ocurría alguna emergencia y se necesitaba una ambulancia
y asistencia médica urgente, (sin reconocimientos adicionales por esos
sacrificios), poco salario, pagos atrasados y todos los mismos suplicios que
siempre han existido con la salud en las gobernaciones Colombianas.
Se
sentía afortunada por contar con el apoyo de su suegra, su cuñada, su hermana,
su madrastra y sus hermanos para ayudarle a cuidar a sus hijos; y al mismo
tiempo alguna vez le confesó a Aldemar que se lamentaba de no haber pasado más
tiempo con sus hijos, que por ejemplo nunca se dio cuenta cuándo Aldemar y yo
nos aprendimos las tablas de multiplicar y entonces trató de estar más presente
en la educación de Rubén, el cuba de los Gamba, aprovechando que
circunstancialmente su madrastra y su hermana se habían mudado para Bogotá y ya
sus hijos tenían menos ojos que los cuidaran; su hijo menor fue entonces más
afortunado en eso de recibir su atención y disciplina durante la época
escolar.
Siempre
se sentía orgullosa de sus hijos por saber que eran muchachos sanos y
juiciosos; era inevitable que nos comparara con los hijos de sus compañeras del
hospital, los cuales todos tenían historias terribles de rebeldía y conducta, y
siempre decía “gracias a Dios mis hijos no son así”, jajaja.
El
día del año que más la extraña Aldemar es en su cumpleaños, porque mi mamá le
preparaba el arroz con pollo más rico del mundo (su plato favorito) para
complacerlo en su día, con el consomé de pollo más rico del mundo que se hacía
con lo que quedaba de la preparación del arroz con pollo. Ahora ningún arroz
con pollo le parece tan rico, y tampoco le gusta mucho el día de su cumpleaños.
“Sería lindo que mi celular sonara para recibir esa llamada de ella, pero nunca
pasará, y aún 15 años después del 5 de octubre de 2005 aquí sigo soltando
lágrimas”; me cuenta sollozando cuando me escribe lo que recuerda y ya no
es.
Yo,
como su primogénito, la molestaba pidiéndole todos los días un ponqué ramo
cuando regresaba de trabajar del hospital; mientras mi hermano Aldemar le pedía
gudiz, chitos o boliqueso.
En
casa, cuando descansaba de su jornada laboral de enfermera, se dedicaba a leer,
a leer de todo. Nos infundió, disimuladamente, ese hobbie de la lectura y a
respetar a la gente, a los mayores y a las mujeres. A tener buenos modales
tanto en la mesa, en la casa, en la calle y cuando visitábamos a nuestros
familiares. Era estricta y consentidora dependiendo de nuestros comportamientos
y salíamos y paseábamos dentro y/o fuera del municipio cuando la situación lo
ameritaba.
Cada
uno de nosotros tres la extraña y la recuerda a su manera, unos más que otros y
dejó huella en muchas personas. Yo cada vez que la llamaba desde Bogotá ella
siempre me preguntaba ¿sí me ha pensado? y yo le contestaba, claro mamá y me
preguntaba, ¿sí le hago falta, así sea para pelear? Y yo con risa suelta le
decía, pues claro, sabiendo que, modestia aparte, no le saqué canas ni mal
genios.
Desde
ese 5 de octubre de 2005 siempre la pienso y sé que ella también.
José Aldemar, Rubén Darío y Luis Ancizar
septiembre 27 de 2020
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